martes, 24 de agosto de 2010

Diario del viajero de la noche (23-Abril 2057)

Me despertó durante la noche una suave lluvia, dulce como la mano de una amante. La lluvía caía como ampos de nieve cálida sobre el ceniciento mundo. Me enderezé para avivar el fuego, este fuego que penosamente me calentaba en las heladas madrugadas y en las frías mañanas de esta tierra y de este cielo eternamente ya cubiertos de aire negro. Contemplé la absoluta oscuridad que cubría todo lo abarcable por la vista. La Bahía de Heptons, los montes de la cordillera de Gladstone, las tierras de Diurik.Todo estaba bañado por un silente sol de medianoche. Los habitantes de estas tierras, llaman a este lugar. Uwaikazi: el lugar donde Dios no terminó su creación. Y creen que sólo cuando el hombre se haya extinguido, Dios volverá para culminar su obra creadora.
Cuando mis pupilas se dilataron, contemplé otro cuerpo cerca del fuego.Tomé instintivamente mi oxidado cuchillo y me acerqué hasta esta extraña presencia.Hoy día los caminos están llenos de maleantes, que matan por un poco de comida o por un calzado que no estuviera roto. Y la vida de un hombre vale hoy menos que la brizna de hierba que se adhiere a los pies en el camino.Estaba arracimado en una manta raida. Pude observar que se trataba de una mujer. Su cabello rojo, cubría su rostro blanco como un sudario, o como unas algas dotadas del don de la luminiscencia.Aunque cerrados, supe que sus ojos eran bellos, y sus pupilas, de un azul templado, como ese cromatismo del oceano que hacía años que las penumbras de la tierra no dejaba ser contemplado.Le puse una mano sobre su hombro. Se sobresaltó.Me miró no obstante con ternura.Le pregunté

-¿Quien eres?

-Te he venido siguendo desde hace muchos días. Sabía que contigo viajaba la vida.-Me contestó.

-Viajo sólo. Es más rapido. Y en estos días más seguro.-dije

-No seré una molestia, cuando lo desees me marcharé de tu lado...¿hacia donde viajas?

-A estas alturas de mi camino, creo que viajo al infinito, pues tan largo y arduo se me está

haciendo el camino en pos de mi destino,

-¿Qué buscas?- Me preguntó. ¿Tu tierra, tu hogar?

-Mi tierra y mi hogar, están muy al sur. No sé si aún existen, tras este invierno tan largo de las almas y los cuerpos. Transito estas tierras por donde soy peregrino y extranjero buscando al ser que hace brotar a mi corazón de su coraza de huesos y de músculos.Busco a Ilaia.La mujer que la existencia me deparó como compañera.Vino a estas tierras, sola, buscando unas palabras sagradas.El signo de la vida y de la muerte.El límite preciso del espacio y la tierra; del corazón y la mente. El pincipio y el fin. Donde se para el tiempo y la memoria. La absoluta unión del alma con el cuerpo. La verdad última...e imperecedera. Lo perpétuo y eterno ..

-Debes amarla mucho, para intentar tan arduo y peligroso viaje en su búsqueda.- Me preguntó con una
 dulce voz

-¿Conoces un fuego sin calor?- Le contesté- ¿Un agua que no sacie la sed?. ¿Una piel que no colme nuestros deseos?.¿Unos labios que no sean el principio y fin de nuestro viaje de la vida?. Eso es Ialia para mí.

-Comprendo. Es tu todo...es tu principio...y es tu final..

-Es mi último y postrer latido. El último vestigio de mi corazón...
Y mis palabras cayeron a la tierra, como gotas de agua sobre piedras calientes. Y la noche se hizo más noche, y mi garganta se secó más honda. Y mi pecho respiró más seco.Hablaba y mis palabras, parecían el eco de la voz de otro hombre. Sangraba y mi sangre parecía la herida abierta de otro ser. Lloraba y mis lágrimas saladas parecía el llanto del último hombre sobre la tierra. El hombre Omega. .Me levanté y dejé a mi visitante acercarse al fuego. Me enderezé sobre la tierra y me sentí extranjero de mi mismo. Miré
sin contemplar, el Mar de la Melancolía, que separa las tierras de Wikwall y de Knopts, hablando sin oirme, sin saber si la mujer del cabello rojo me escuchaba, le susurré a la noche y a las estrellas, mi postrer testamento,
-Díles a los otros, a todos los viajeros que halles en tu destino,a aquellos que como conmigo compartas otro fuego. Díles que fui un cometa errante. Una luz que se extinguió, buscando su camino...
Y amaneció otro día oscuro. Sin sol. Y murió ese día. Y tras ese día, todos esperaron que tras la penumbra, alumbrara el sol. Mas llegó ese otro día, negro, sin luz. Y tras de él de nuevo la noche.Y siguió la oscuridad al nacer los días..
Al amanecer del septimo día. del septimo año de mi viaje. llegué hasta una playa. Sobre la espuma del mar, peces de plata buscaban en su orilla irizada de brillo el aire extinguido, y un rayo de luz ambar, se filtró entre las nubes. Un aire sin rumbo, tropeló en una tormenta de furioso viento. Entré en el interior de la tormenta. Algo que todo navegante sabe, es que por extraño que parezca. mientras alrededor de la tormenta, todo es desastre y destrucción, en su centro, en el exacto cenit y eje de su ira, todo es paz y serenidad. Llegué hasta ese centro y me senté exhausto. Y como una plegaria, o como una oración, a un Dios desconocido, rezé por mi amor. Por Ilaia. Y rezé también por todos los caminantes, como yo,errantes de la tierra.

(autor: El viajero de la noche-juan manuel miranda)

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