martes, 24 de agosto de 2010

Diario del viajero de la noche (26-Febrero 2057)

Anoche tuve un extraño sueño. Creí que era un niño, con mi rostro de niño y mis ojos de niño,grandes como lunas llenas reflejadas en el agua de un pozo. Y mis manos de niño. Y hablaba con el hombre que soy;era mi niñez preguntando al hombre maduro que ya era. Y me llamaba a voces, y lloraba y me gritaba, diciendome: ¿ en que te has convertido...?. ¿Eres lo que ambos queríamos ser?. ¿ Has recorrido largas distancias, preguntado en las esquinas de la tierra por la razón de la vida?...
Me despertó un tronar de nubes de lluvia, y una madrugada de aire gris y un mar del color de las cenizas.
También soñé esta noche, como todas las noches con Ilaia. Como siempre, me reñía por cortar poca leña para calentar el hogar, y me sonreía, a la par que tremolaba su cabello al viento, pues sabía que me gustaba verla bailar con las estrellas, y adormecerse con la brisa pequeña de las mareas.Luego desperté y odié a la vida y deseé soñar todas las horas del día.
Puse a calentar un poco de mi ya escasa reserva de café,un poco de pan, y una fruta tomada de un manzano que crecía al borde del sendero, como si fuera un alimento otorgado por el cielo a los caminantes hambrientos y exhaustos.Mis pies, se abrían en heridas cuando aún no habían sanados las ya sufridas anteriormente.Si mi amor Ilaia, estuviera a mi lado, me frotaría las cicatrices con eucalipto y aceite, y yo acariciaría sus caderas.Hambrientas de llevar una vida dentro.

He visto entre la niebla, barcos extraños surcar la bahía de Machtone; y en los acantilados de Taresfree,encenderse hogueras a un dios que no conozco, pues soy extranjero en esta tierra e ignoro las divinidades aquí adoradas.Las estrellas me parecieron en la noche, el brillar de la luz del mediodía en las pupilas de Ilaia.Esos ojos, los ojos de Ilaia, podían ya ver las estrellas, cuando el hombre aún sólo era un suspiro sobre la tierra. Podían ver en el alma de un hombre, como Laia contempló la mía. Y supe entonces, que la mirada de Ilaia, era el signo de la vida. Y que si no era así, entonces significaba que no había existido jamás sobre la faz de la tierra, algo digno de llamarse con ese nombre: vida.
Me fabriqué con un mando de azada, y un cuchillo oxidado, un arpón de pesca primitivo. En estas aguas desoban salmones y peces para mí extrañamente hermosos y luminosos. Cuando vea a Ilaia, mi amor, tengo que contarle todas las maravillas que he contemplado en mi viaje hasta ella. Esa noche,esa primera noche de amor, tras el deseo satisfecho y llegada la paz a nuestras almas, le contaré mi viaje hasta  ella. Esa noche y todas las noches, le contaré la historia sin fin de mi viaje...
(autor: El viajero de la noche-juan manuel miranda)

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