Es domingo.Cuando me levanté esta mañana, bien temprano, el sol aparecía, como es su obligación, por el este. Se comenzaba a elevar como un disco naranja y brillante. Y a su alrededor, se difuminaba una neblinosa calima matutina,compuesta por colores pasteles, celestes, rosas, púrpuras, carmesíes...La mar, está tranquila, hermosa, complacida y complaciente, como una amada mujer, dormida.
Describir, adjetivar al océano, es imposible. Es tan infinita, tan inabarcable, tan inmensa es esta mar, y
me siento tan pequeño a su lado.Tomé una naranja, la pelé. las mondas que iba recortando, las iba depositando en un pequeño cuenco de barro, en la mesita de la terraza que da al mar, junto a una caracola, llegada acaso de lejanos rincones marinos, quizás de la otra punta de este gran mundo en el que vivimos. Del océano índico, quizás, tal vez del golfo de Mexico, es posible que llegara desde la gran barrera de coral de Australia. Quien sabe...
En mis labios, los gajos de naranja, ardían, y su sabor agreste, al cruzar mi paladar, mi garganta, me producía un instante de placer, y un sabor que permanecía unos segundos en mi boca,hasta perderse.
Es domingo, domingo y temprano. El silencio es absoluto a mi alrededor. Las gruas del puerto, permanecen inmóviles.En las avenidas de mi ciudad, Cádiz, apenas unos automóviles madrugadores, o quizás,nocturnos y de recogida, rompen el silencio casi de cripta o de templo sagrado de este instante. Varias gaviotas de panza blanca y lomo gris, vuelan muy alto rozando el límite impreciso entre el cielo y la tierra. Lanzan unos graznidos, agudos y potentes. Planean en un picado vertical, hasta enderezar su vuelo a pocos metros de mis ojos.
.jpg)
Pero ahora, en este inmovil momento, parado en el tiempo,sólo pienso en respirar, muy hondo, en dirigir mis pupilas, hacia el instante, y hacia el lugar exacto del amanecer. Y sentir, como mi corazón sigue latiendo. Un golpe tras otro golpe sobre mi pecho.Una sangre que corre serena por mis venas. Un pensamiento calmado, como el sueño de un niño.Saberme transitorio ocupante de mi cuerpo.Perecedero habitante de la vida. Y con ello, con la certeza absoluta con el tiempo de mi olvido,por el mundo, por la vida, por mis amigos, incluso por los que más me quieren, llega el silencio de la verdad eterna.
Es domingo, y cuando yo ya no esté aquí para mirarlo, ni mis ojos contemplen este mar, ni respire este olor a maresía, seguirá el día manando,seguirán las gaviotas graznando,seguirán los peces sus viajes profundos, seguirá la mar tan infinita, seguirá la tibia luz dorada del sol naciendo. Y seguirán las aves en el azul de este cielo volando....
(Juanma Miranda)
No hay comentarios:
Publicar un comentario